Eran las 4 de a tarde. Iba en el bus E70 desde el Centro de Sydney hacia Manly, donde vivía. Viajé todo el camino hablando con Robin, una mujer mayor de unos 70 y pico de años, australiana, que vivía en Balgowlah, un barrio pegado al mío.
Robin fue mi ángel de la guarda ese día. Una hora antes nos habíamos conocido en la parada del autobus de Winyard Station. Yo lloraba a moco tendido, sin importarme despertar la atención de los transéutes que se daban vuelta para mirarme, y seguramente pensaban “Qué cosa terrible le habrá ocurrido a este alma en pena?”. Robin no sólo me miró, sino que me ofreció su hombro para llorar y su oído para escuchar.
Le conté mis penas llorando -y en un inglés bastante prematuro-. Era la primera vez que vivía en otro país, lejos de mi familia, mis amigos, mi zona de confort. Había llegado hacía un mes y me estaba costando todo, desde comunicarme con la gente hasta conseguir un trabajo, hacer amigos, relajarme. Venía de una entrevista laboral en la que mi desempeño había sido pésimo. Como para rematarla, y por ahorrar en transporte, había decidido correr a la parada del bus en vez de tomarme el ferry que me quedaba más cerca pero valía el doble. No sólo había perdido el bus sino que me había frenado la policía y me habían puesto una multa de 70 dólares australianos por algo que ni siquiera sabía que era ilegal: cruzar caminando la senda peatonal cuando el semáforo del peatón estaba en rojo.
En fin, eventos típicos de ser novata en un país tan distinto, sumado a un poco de mala fortuna (aunque siempre me pregunto si al final aquel suceso no fue suerte más que desgracia).
Me sentía literalmente una vomitadora de congojas y lágrimas. Y si bien me estaba desahogando, no podía parar de llorar. Estaba en uno de esos llantos bola de nieve, en los que uno va llorando cada vez más profundo, más ruidoso, el llanto se mezcla con hipo y las lágrimas salen por la nariz. Sí, suelo ser exagerada hasta cuando lloro.
De repente , como en un intento de salvataje, Robin mete la mano dentro de su bolso y saca un sobre de papel madera con algo en su interior. Me lo entrega diciendo que era un regalo para mí. Yo, cual niño que acaba de recibir un regalo sin esperarlo, abro mis ojos bien grandes, dejo de llorar automaticamente y tomo el paquete, aún sin entender bien que pasaba y resistiendome un poco a aceptarlo. Robin insiste en que lo abra y yo cedo. Saco de su interior un libro. Era nuevo, recién salido de algún estante de librería. La miro a Robin con expresión de “cómo sabías que tenías que comprarme un libro si ni siquiera me conocías?”. Ella entiende perfectamente mi gesto y me cuenta que había ido a comprar ese libro para una amiga pero sentía que yo iba a necesitarlo más en ese momento. Así como ella me lo entregaba a mí, algún día -quizá 10 años más tarde- yo también iba a cederlo a alguien que lo necesitara. Como una cadena.
Ese libro fue una bendición para mí. Más bien un cachetazo, un sacudón, un reto, un “!Pará de llorar nena que no es tan trágico!”. En realidad fue un mimo al alma. Lo andaba necesitando en medio de tanto alboroto emocional. Fue un punto de inflexión en mi viaje. A partir de ahí todo comenzo a funcionar: conseguí trabajo, dejé de preocuparme por mi timidez al hablar inglés y empecé a disfrutar. Pero mentiría si les dijera que fue por el libro; fue el gesto más que el libro en sí. Porque el libro no lo pude terminar. El título es The Miracle of Mindfulness (El Milagro de Mindfulness), por si a alguno le da curiosidad. Lo leí por la mitad y si bien me pareció muy interesante, nunca lo terminé. La segunda parte del libro es más práctica que teórica y se me hacía – y se me hace – bastante difícil la práctica de mindfulness.
Por si alguno no lo sabe, la palabra mindfulness no tiene traducción al español. Es decir, no hay ninguna palabra en español que signifique mindfulness. Si lo googlean lo primero que aparece es, estado de conciencia o atención plena a la experiencia presente, momento a momento, con aceptación radical, libre de todo control y juicio de valor. WOW! Ojalá pudiera lograrlo. Me es practicamente imposible. Lo logro a través de ciertas actividades pero no siempre. En general, en la relajación posterior a una clase de yoga, a través de ejercicios de respiración, mientras me doy un baño inmersión, durante la práctica de Reiki, al escribir, o mientras ordeno y limpio la casa. Cuando más lo logro es al lavar los platos. No hay nada más que hacer que lavar los platos, por lavarlos. Ese es mi GRAN momento de mindfulness.
Pero la clave es estar mindfulness no sólo cuando uno esta tranquilo, sino en TODO momento. Desde que nos levantamos, nos lavamos los dientes, caminamos a la verdulería, mientras hacemos las compras en el supermercado y hasta cuando hablamos con nuestro mejor amigo por teléfono. Dificilísimo para mí. Mi cabecita va todo el tiempo al pasado en busca de lindos recuerdos o al futuro preocupándome por problemas todavía inexistentes. ¿Por qué no puedo vivir en más estados de mindfulness? A veces siento que aunque lo practique mucho, no voy a adquirir el hábito nunca. Suena un poco desalentador, pero es lo que siento. Creo que tampoco me gustaría estar todo el tiempo mindfulness. Me gusta volver al pasado de vez en cuando, recordar, sentir melancolía. Por otro lado, pensar en el futuro muchas veces me divierte. ¿Será que habrá que estar también mindfulness en el momento en que recordamos pasado o planeamos futuro? Demasiado control mental para mí.
¿Les cuesta a ustedes también estar en el momento presente? ¿Cómo creen que hay que hacer para vivir en mindfulness? ¡Escucho ofertas!

Juli! Estoy como vos ahora, y aunque me repita todo el tiempo que es un momento y va a pasar..no puedo evitar en muchos momentos pensar en el futuro! Poco a poco estoy aprendiendo a vivir más el momento y dejar que fluya; Beso grande
Mile! Yo creo que muchos estamos iguales =) Es humano. Ayer justamente les pregunte a los chicos por vos. La incertidumbre te atraviesa y más vale que se te debe venir el futuro a la cabeza por momentos. Pero lo que estas viviendo es una experiencia increíble. A disfrutarla lo más que puedas genia! Besote enorme!!!
Julia. La sonrisa no se me borra de la cara al leerte. Que lindo! Que experiencias! Desapego al pasado y creación al futuro, todo el resto es presente.
Romancho sos un lindo! =) Que linda la vida! Y que lindo debe ser Tasmania y tus experiencias allí! A seguir viviendo presentes hermosos!!